Esta es una mañana
fresca de principios de mayo y el bosque poco a poco despierta del profundo letargo del invierno. Me
encuentro oculta tras el grueso tronco de un árbol empuñando en una mano mi
arco y sintiendo, en mi espalda, el ligero
peso del carcaj de madera que guarda las flechas. Respiro profundamente,
intentando absorber la mayor cantidad
posible de aquel aire tan puro que lo impregna todo… Por unos segundos me
transporto a aquellos días de caza, de libertad entre las salvajes matas, de
felicidad… aquellos interminables días junto a él, junto a Gale…Pero, de repente un suave apretón en mi mano me
arranca de este pensamiento y me devuelve a la realidad, no menos feliz que mis recuerdos. Llevo, aferrado a mi mano,
a un niño pequeño de 7 años, de pelo color ceniza y unos profundos ojos grises que escrutan el bosque, llenos de miedo e incertidumbre como
si se tratase de una trampa mortal que de un momento a otro fuese a desplegar
sus zarpas y a engullirnos. Lo observo, tiernamente, pues me es imposible no
recordar la primera vez que mi padre me trajo al bosque. Tendría
aproximadamente su edad, y la primera vez que pise estos parajes también estaba
insegura y apretaba la fuerte mano de mi
padre como única protección ante cualquier peligro que acechase. La diferencia
es que ,los momentos de paz y felicidad que yo compartía con mi padre entre
estos árboles estaban prohibidos, y si los agentes de la paz hubieran
descubierto que practicábamos esta actividad ilegal tan frecuentemente, seguramente
hubiera sido otro nuestro destino. Sin embargo, hace años que pasear por el
bosque ha dejado de ser un motivo de castigo, y ahora se puede vagar libremente
por él sin miedo alguno. Esto al igual que otras muchas cosas ha dejado de ser
delito una vez cayó el Capitolio en la rebelión de los distritos, 20 años
atrás.
-Mamá, tengo miedo- la
voz del pequeño surge temblorosa y quebrada, pero aun así no pierde su dulzura. Tiene la misma voz que su padre.
-No pasa nada, Gale-le
susurro tranquilizadora, mientras le beso delicadamente la frente- mientras
estés a mi lado todo irá bien.
Sus pequeños ojo
inocentes me miran, crédulos pero aun así logro descifrar un atisbo de duda reflejado en ellos
-O es ¿Qué no confías
en mama? ¿Es eso? –le pregunto, frunciendo el ceño en un inútil intento de endurecer mi expresión.
-No, no mamá- se
apresura en asegurar Gale, mientras aprieta mi mano entre las suyas.
- Esta bien- le
tranquilizo, y le dedico una cálida sonrisa- veras como ya mismo aparece algún
que otro conejo o una ardilla-sentencio alentadora.
Permanecemos allí,
apoyados sobre la corteza del árbol durante aproximadamente media hora más,
pero la impaciencia y el miedo del pequeño hacen que finalmente abandone
cualquier intento de caza y me disponga a volver a casa, en la Aldea de los
Vencedores, junto al resto de mi familia.
Apenas nos hemos
alejado un kilometro del borde del bosque e invertimos menos de veinte minutos
en abandonar la espesura del follaje y caminar libremente sobre la pradera,
ahora llena de vida y arropada por un bello manto de flores silvestres. La
valla de espino que separaba la Veta del bosque y delimitaba nuestro territorio
fue derribada, y ahora el distrito 12 se
funde con la salvaje naturaleza de los arboles, ya no hay nada que impida el
paso al bosque ni la permanencia en el distrito, estos son tiempos de libertad,
y como tales, nadie es obligado ni retenido en ningún lugar. Pese a esto los
distritos continúan existiendo, pues el nuevo gobierno de Pyalor los
considera como un método efectivo para clasificar y organizar el país.
Aun así la función que cumple ahora los distritos es completamente diferente a
la que desempeñaban regidos por leyes del Capitolio, bajo las cuales la
palabra distrito se asociaba comúnmente a cárcel y pobreza, la cuna y la tumba de todo
aquel que nacía allí. Ahora “distrito”,
junto a su respectivo número, simplemente indica lugar de procedencia, el sitio
donde naciste .Actualmente la gente se desplaza por Panem y la mayor parte de
la población se ha acogido a una vida errante, por todos los distritos,
empujados por la curiosidad y la sed de libertad. Pero por desgracia, a mi hay
demasiado recuerdos que me encarcelan en este sitio y de los que me son imposible zafarme.
Le concedo un par de
minutos a Gale para que recolecte un puñado de flores, pues desde pequeño adora
decorar con un ramillete de flores frescas el jarrón de la cocina. Mientras el
pequeño se entretiene observando los coloridos pétalos y seleccionando
meticulosamente los capullos más jóvenes
yo decido tomar asiento sobre una pulida roca cercana a una mata que ha
captado la atención del niño. Lo observo, dulcemente, mientras arranca con
cuidado la única flor de la mata y la introduce satisfecho en el ramo. Es un
diente de león.
Inevitablemente, los recuerdos afloran, recuerdos infectados
de veneno y dolor que el alma encona.
Las largas tardes de
paseo en la pradera junta a la pequeña
Prim, cuando la sombra de la
valla aun se proyectaba sobre la hierba y el distrito continuaba siendo una
jaula para sus habitantes.
Pero aquello no me
importaba, todo era soportable al sentir la cálida presencia de mi hermana a mi
lado. Mi hermana… aquella niña de doce
años obligada a madura y convertirse en mujer
en cuestión de meses, aquella enfermera soldado conducida al corazón de
la rebelión para atender a los heridos. Y un paracaídas. Un paracaídas plateado
que descendía inocente y se aproximaba mecido por la brisa hacia el tumulto de
niños apilados sobre las baldosas, hacia la pequeña enfermera…
Eso es todo, el mundo desaparece devorado por las llamas y poco a poco la
oscuridad nubla mis ojos. Esto es lo único que me queda de mi hermana, es el único
recuerdo que mi mente evoca una y otra vez insaciable, sediento de
culpabilidad.
Me aferro a un saliente
que hay en la roca en un intento desesperado de mantener el equilibrio y no
desplomarme sobre la hierba.
El pasado resucita,
siempre lo hace y los recuerdos vuelven para atormentarme. ..
Inspiro profundamente y
me levanto precipitadamente de mi improvisado asiento decidida a despejar la
mente y enterrar por un momento mis angustias. Ahora tengo otro motivo para
seguir luchando, ahora tengo una familia.
Entorno los ojos y me
sorprende ver frente a mí al pequeño Gale, que ha interrumpido su minuciosa
búsqueda para observarme detenidamente. ¿Me habré comportado de manera violenta
mientras recordaba? ¿Habré hecho algún gesto brusco que le haya asustado?
Pero no, no es pánico
lo que leo en su mirada, sino una profunda inquietud, sus enormes ojos me escudriñan meticulosamente,
examinando cada gesto. Por un momento temo realmente haber hecho algo
inapropiado en aquel momento de trance y las dudas me asaltan a cada segundo.
Finalmente desecho la idea de preguntarle nada al pequeño y simplemente le
muestro una sonrisa amable y le indico que es hora de volver a casa.
-¿Pero tan pronto?-
protesta el pequeño manifestando su desacuerdo
No puedo evitar exhalar
un suspiro de agotamiento y me dedico a asentir lenta y rotundamente.
En algún momento Gale debió
de advertir mi malestar, pues sin más queja me tomo con delicadeza la mano dispuesto
a emprender la vuelta a casa y me acerco el colorido ramillete para que lo
oliera. Sin prestar demasiada atención dejo que el pequeño aproxime las flores
a mi rostro y aspiro el aroma que desprenden.
De repente ese olor
dulzón y nauseabundo me quema el paladar
y abrasa mi mente. En un momento de confusión logro ubicar el pequeño capullo
blanco que sobresale entre las amapolas rojas. Un punto inmaculado en un
profundo mar de sangre…
Siento que algo me
oprime el pecho, que desnuda a mi pulmones de su aire.. En un acto reflejo
aparto bruscamente el ramillete de mí que cae al suelo, esparciéndose sobre un
lecho de hierba seca.
Me apresuro en
controlar mis instintos y recobrar la compostura frente a las quejas de
indignación de Gale.
-Tus flores estaban
llenas de bichitos, de esos que pican y hacen pupa- fue la primera excusa que
atravesó mi mente y escupí sin pensar, con la esperanza de sofocar los
reproches
-Eso es mentira, yo
mismo las limpié-replica el pequeño, encarándome malhumorado
-¡No me repliques
Gale!-la presión contenida hace finalmente su aparición, y estalla en mi boca
en medio de la discusión para sentenciar la conversación
-Volvamos a casa, se
nos ha hecho tarde- es lo único que
logro pronunciar antes de aferrar a Gale por el brazo e iniciar un silencioso
camino hacia la aldea.
Durante la caminata
intento olvidar aquel capullo blanco del ramo, su olor y todos los recuerdos
que junto a él brotan en mi mente de manera descontrolada. Finalmente consigo
apartar de mi cabeza este desafortunado episodio, y consigo sumir
a mi mente en un estado de relajación, mientras Gale y yo caminamos en silencio
de manera acompasada hacia casa.
Es cierto que tras los
horribles bombardeos que sufrió el distrito doce durante la rebelión el nuevo gobierno envió patrullas encargadas de
limpiar las montañas de ceniza y carbón y despojar a los silenciosos caminos de
los cadáveres que allí se apilaban de manera infecciosa. Pese a todos los intentos
del gobierno por volver a devolverle la vida a este lugar las únicas personas
que aun habitamos el distrito doce somos mi familia, Sae la Grasienta junto a su sobrino y dos familias más del distrito 7, alojadas en
el otro extremo de la ciudad, donde Pyalor dio orden de construir una serie de
refugios para aquello que estuviesen decididos a instalarse e iniciar una nueva
vida en el distrito 12.
Por lo tanto, a
excepción de estas familias que apenas abandonan sus casetas y algún que otro
visitante curioso que se acerca a estos parajes atraído por las historias que
circulan sobre el bombardeo, mi familia es la dueña y señora del distrito 12,
somos los dueños de la conocida :
“ Tierra Muerta”.
Escribes que te cagas tia, enserio, me ha encantado el capitulo!! Espero el siguientee! ^^ Besoos
ResponderEliminarveras cuando lea el mensaje Natalia... estaba preocupada porque no gustara jaja te doy las gracias de su parte y mañana seguramente subiremos otro capitulo. Espero que te sigas leyendo :D besos
EliminarAwww¡! Me encanta :) Escribes de muerte, tía. Sigue así que vas genial.
ResponderEliminarNatalia deja de preocuparte porque escribes increíblemente bien. La historia tiene muy buena pinta así que no dudéis de que os seguiré los pasoso ;) Besos :)
ResponderEliminarmuchas gracias¡¡ la verdad es que no sabia que impresion causaria y ahora estoy mucho mas tranquila¡ muchas gracias por vuestros comentarios y no dudéis en que seguiré escribiendo :)
ResponderEliminar:o Me gusta me gusta ME GUSTA! voy a afiliarte vale?, no tardes en actualizar. Un beso!
ResponderEliminarmuchas gracias Tania :) tu historia me encanta, ahora mismo subo capitulo
EliminarMe gusta mucho tu forma de escribir.... Esta genial, de verdad :) Pasate por mis blog y te afilio :)
ResponderEliminarun beso
hola jane! cual de tus blogs quieres que te afiliemos? estos días contestaré yo a los comentarios porque Natalia está de vacaciones esta semana pero no dudes que se lo dire :)
EliminarEl de como el atardecer :) un besito!
Eliminarya esta :D ya nos pasaremos y leeremos tu historia :)
EliminarNatalia escribes MRAVILLOSAMENTEGENIAL!! Me encanta la idea,es el cuarto libro que tanto faltaba! jaja Menos mal que ya teneis varios capítulos publicados!!! El hijo se llam Gale! Que monoo jaja
ResponderEliminarUn besoo
muchasimas gracias¡ bss
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