Mañana no habrá capitulo asique espero que podáis esperar hasta el lunes :)
La cabeza me arde. Lentamente abro los ojos que se
resisten a volver del mundo de los sueños. Me encuentro tumbada en mi cama, con
la cabezada delicadamente aposentada sobre un mullido almohadón. La luz de la
luna se filtra por las vaporosas cortinas de seda, hinchadas por el viento,
proyectando así un juego de luces y
sombras sobre la pared color pastel. Me rebullo incómoda entre las delgadas
sábanas antes de ocultar mi rostro en la almohada en un intento de regresar a
ese limbo entre la vida y la muerte, donde las almas caminan entre las
tinieblas y ni el dolor ni la felicidad existen, a ese recóndito lugar perdido en la mente del
hombre.
Una punzada de dolor sacude mi cabeza agitando cada
membrana y devolviéndome a una realidad que por momentos parecía lejana y
ajena. Haymitch, Paylor el Capitolio ….¡La patrulla¡ La locura se apoderan de
mi cuerpo y los últimos momentos de consciencia desfilan por mi mente,
temblorosos y difuminados . El eco de las palabras de Haymitch resuenan en mi
interior entonando una macabra melodía.
Apenas tomo consciencia de la actual situación hago
un desesperado intento de incorporarme, sin demasiado éxito, pues el mareo y
las horas de inmovilidad acumuladas agarrotan mis músculos y me obligan a
desplomarme sobre las sábanas.
-¡¡¡PEETA¡¡¡- mi voz surge ronca y muerta-
¡¡¡PEETA¡¡-chillo, presa de la desesperación.
Unos instantes después mi marido esta arrodillado
junta a la cama sosteniendo mis manos entre las suyas. Sus ojos
desorbitadamente abiertos por el miedo me estudian cuidadosamente.
-¿qué ocurre?¿ Qué pasa , Katniss?- pregunta
apresuradamente, intentando ocultar su angustia mientras su suave mano acaricia
con delicadeza la gasa que venda la herida de mi cabeza.
-¡¡Haymitch, Haymitch¡¡- las ideas se arremolinan y
evaporan en mi mente y las palabras huyen despavoridas de mis labios que tartamudean
impotentes.
- Si Katniss ,Haymitch, ¿Qué te ha dicho?- sus
facciones se crispan a la espera de una respuesta que no surge de mi boca. Ni
yo se que decir, pues las palabras no llegan y la desesperación nos asalta
despiadadamente.
-
-¡¡Katniss que ocurre?¡¡ ¡¿Qué fue lo
que te dijo Haymitch?¡- finalmente abandona su forzada compostura y su tono
amable y comprensivo. Ahora me sostiene por los hombros como a una muñeca de
trapo y me zarandea, exasperado, exigiendo una respuesta.
“Hay
algo más…. no es seguro ni mucho menos, y ni siquiera sé si me fallaron mis
sentidos al escucharlo…. creo que han enviado una patrulla en vuestra búsqueda…”
¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquella llamada, un par de horas, un día?. Y lo
más importante ¿cuánto tiempo nos queda
antes de que los soldados derriben de una patada la puerta y nos lleven presos
al Capitolio?
-¿Cuánto
llevo inconsciente?-contengo el aliento, aguardando una respuesta.
-Te
desmayaste esta mañana, más o menos a las doce.
Respiro
aliviada, pues ni en el tren más potente ni el aerodeslizador más veloz del
Capitolio alcanzaría la Tierra Muerta en menos de un día.
-¿Qué
fue lo que te dijo Haymitch, Katniss? Por favor…- ya no era una orden, la voz
de Peeta se torna en un ruego, casi un lamento lastimero - Katniss por favor…
-Vienen
a buscarnos-escupo fríamente antes de que el pánico vuelva a apoderarse por
completo de mi cuerpo.
-¿Quiénes?-
tembloroso me sostiene la mirada, preparado para la respuesta.
-Soldados
del Capitolio.
El
rostro de Peeta empalidece súbitamente y sus robustas manos caen a ambos lado
de las caderas, despojadas de su fuerza. Su mirada vaga por algún punto perdido
de la pared y una trémula lágrima se desliza por su blanca mejilla.
-Peeta….-susurro,
observándolo conmovida-Peeta….
Mi
marido gira el rostro y un escalofrío recorre mi espalda cuando sus ojos esculpidos
en lágrimas se fijan en los míos, absortos. El brillo que titila en su mirada
amenaza con expirar en la claridad de sus pupilas apagadas.
-Peeta
tenemos que salir de aquí- sostengo su rostro entre mis manos y aparto un mechón ceniza de su frente
a la espera de alguna reacción. Pero Peeta continúa en trance, asimilando la
horrible noticia.
-No
nos queda mucho tiempo, tenernos que irnos-siento como lentamente se humedece
mi mejilla, estoy llorando- Peeta vámonos por favor… hazlo por Gale y Prim,
hazlo por mí…tenemos que huir al bosque.
De
repente esos últimos nombres hacen que algo se active, la rueda de un mecanismo
ha comenzado a girar, su mente vuelve a la vida…
Peeta
se incorpora rápidamente y repite en un susurro mis palabras: “Hay que huir al
bosque” antes de precipitarse hacia la puerta y abandonar apresuradamente la
habitación.
-Peeta,
¡Peeta a dónde vas¡
No
creo que nada de lo que haga en ese estado de descontrol e inestabilidad pueda
ser positivo para nuestro plan de huída. Costosamente consigo levantarme del
colchón y estirar los músculos. Me obligo a caminar hacia el umbral de la
puerta, haciendo caso omiso al fuerte picazón que oprime la herida bajo las
blancas vendas.
Una
vez alcanzo la entrada me apoyo en el marco de madera y observo la ajetreada
escena que se desarrolla en el pasillo.
Peeta
ha extendido un grueso saco de tela
vacio en el centro del corredor y esta depositando en el herramientas,
medicamentos y víveres.
Rápidamente
el saco adquiere cuerpo y perfila su abultada silueta contra la tenue luz del
pasillo.
Esta
haciendo nuestra maleta.
Se mueve ligero de un extremo a otro del
corredor con las manos repletas de objetos que lanza con descuido al saco.
De
repente temo perderlo…. Temo que este horrible golpe lo haya arrojado a esos
oscuros pozos de la mente donde nadie halla el camino de vuelta a la realidad ,
perdido en los parajes del pensamiento.
Es
por eso por lo que me acerco lentamente hacia él y mientras intenta comprimir
un par de lonas en el rebosante saco lo abrazo con fuerza por la espalda,
rodeándole con mis delgados brazos y obligándolo a permanecer inmóvil,
arrodillado en el suelo.
No
voy a soltarlo, no quiero soltarlo porque temo que al hacerlo se marche para
siempre de mi lado….Y permanecemos allí durante un par de minutos, con el
rostro apoyado en su espalda y los dedos entrelazados.
-No
te voy a dejar, voy a estar a tu lado siempre- susurra con dulzura mientras se
gira con lentitud y me sostiene por los hombros. Su mano acaricia mi sonrojada
mejilla y me besa con delicadeza… Las últimas palabras resuenan en mi interior…
Siempre… quién sabe cuánto significará eso en nuestra situación…
-Pero
ahora tenemos que marcharnos, no hay tiempo que perder.
Tras
esa frase se incorpora del suelo enérgicamente y me tiende una mano.
-Despierta
a los niños, yo me ocupo de esto- sentencia mientras con una mueca señala el
zurrón.
Afirmo
con la cabeza y después de un último beso me apresuro en cumplir con mi tarea.
Al
final del largo pasillo el dormitorio de los niños está sumido en la penumbra
de la noche apenas interrumpida por los pálidos jirones de luz que se filtran
por los cristales. Gale y Prim están acurrucados bajo sus colchas y duermen
plácidamente ajenos a cualquier realidad. Me tomo unos instantes para
observarlos dormir antes de que su pequeño mundo cambie para siempre. Escruto sus
expresiones de tranquilidad, sus rostros infantiles…. y esa sensación de
seguridad que irradian, al saber que papa y mama los protegerán ante cualquier
miedo…frente a cualquier monstruo….
Me
conmueve aquella imagen y no puedo evitar reprimir algunas lágrimas. Los
despierto con apremio y empleo la primera excusa que creo podrá justificar este
comportamiento. No es una verdad completa pero tampoco una mentira despiadada…
Los enfundo rápidamente en gruesos chaquetones
de lana que abrocho sobre el pijama y les entrego sus botas de piel. Abro los
cajones de la cómoda atropelladamente y agarro un puñado de prendas antes de
conducir a los pequeños al corredor.
Peeta
ha atado la boca del saco con un cordón de piel y junto a él, apoyado sobre la
pared, hay una abultada mochila con la
cremallera aun abierta. Arrojo la ropa a la bolsa y tras presionar las prendas contra
el interior consigo correr la cremallera hasta el otro extremo.
Peeta
aparece en el umbral de la puerta del baño sosteniendo entre sus manos una pequeña
caja metálica.
-Peeta
ya tenemos vendas y pastillas para sobrevivir una buena temporada-le indico
mientras apunto el objeto con la cabeza.
Estudia
el botiquín con cuidado y finalmente asiente resignado.
-Supongo
que espacio no nos sobra-contesta sonriendo a los pequeños antes de devolver el
maletín a su respectiva puerta.
-Tenemos
que irnos ya- apremio mientras Peeta agarra el extremo del enorme saco y lo
carga en su hombro.
Una
vez ha asegurado el peso sobre la espalda le tiende una mano a Prim, quien la
acepta de inmediato. Me apresuro en asir las tiras de la mochila y tras apretar
la mano del pequeño Gale desciendo las escaleras en silencio.
Cada
peldaño es un recuerdo que asalta mi mente, un momento anclado en cada rincón
de esta casa… Estas cuatro paredes, mudas testigos de mi felicidad y mi
tristeza, de mi familia… Estos muros son mi vida…
Me
tomo unos instantes antes de abandonar la casa, respiro por última vez su aroma
y escudriño la oscuridad en la que está sumida… Ya es hora de marcharse… de marcharse
para siempre…
Prim
gira el picaporte de la puerta principal que se abre chirriando sobre sus
bisagras y la plateada luz de la luna ilumina las tinieblas, como una bocanada
de aire puro. La fría brisa nocturna me obliga a ocultar el rostro en la solapa
de la chaqueta mientras, involuntariamente, aprieto a Gale contra mi cadera, en
un intento de abrigarlo.
Había
llegado el momento, tras un silencioso adiós nos disponemos a abandonar el
recibidor cuando de repente un sonido me alarma, el sonido de unas voces…Los
latidos de mi corazón se disparan y contengo la respiración…Apenas tardo unos
segundos en ubicar la procedencia de los sonidos.
La
televisión se ha encendido en el salón de manera automática para emitir un
comunicado urgente del Capitolio…..
Aaaaarg he leido los capis que tenia pendientes. SIGUEEE I LOVE IT!
ResponderEliminarmuchas gracias Tania :)
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